Los titulares más dominantes del béisbol en esta década estuvieron concentrados en un jugador. No importa dónde fuera o lo que hiciera, Alex Rodríguez se encontró en medio de todo, para bien o para mal. En los 2000, Rodríguez firmó el contrato más alto de la historia (dos veces) y ayudó a intensificar la mejor y más fiera rivalidad del béisbol. Sufrió después de la serie más memorable (la época Serie de Campeonato de la Liga Americana del 2004) y se regocijó al ser la pieza central del cambio más grande.
Cambio de nacionalidad en el Clásico Mundial de Béisbol y reconoció su papel en el escándalo de los esteroides, la gran mancha del deporte. Con sus dos ponches más que nada, Rodríguez tuvo poco impacto en el episodio más extraño, el Juego de Estrellas del 2002 en Milwaukee que terminó empatado, pero estuvo en el edificio esa noche. Todo salió bien siete años más tarde, cuando la Liga Americana ganó la edición del 2009, poniendo a los Yanquis de Rodríguez en posición de lograr el campeonato de la Serie Mundial – y el título de mejor equipo de la década – en el Bronx.
Rodríguez superó a su competencia esta década –aunque ayudándose con esteroides. Lideró a todos los jugadores en jonrones (435), anotadas (1,190) y remolcadas (1,243) aunque su producción en ocasiones quedó opacada por sus constantes controversias.
Cuando la década comenzó, Rodríguez era visto como el próximo gran embajador del béisbol, la figura perfecta.
Su apariencia y el hecho de que es bilingüe, combinado con ese inmenso talento lo garantizaban. Pero su figura comenzó a perder brillo en diciembre del 2000 cuando dejó a Seattle para firmar el contrato más lucrativo en la historia del deporte profesional: un contrato de 10 años y US$252 millones con los Rangers de Texas (superado solo por su acuerdo de US$275 millones con los Yanquis).
A pesar de los millones, estrellas atléticas como Cal Ripken Jr., Peyton Manning y Derek Meter, actual compañero de Rodríguez, han brillado y mantenido una buena imagen pública, en parte, por su lealtad y compromiso con una organización, una ciudad. Una avalancha de resentimiento saludó a Rodríguez cuando se mudó a Texas, y respondió al no aguantar la presión, aunque no en el terreno, pero sí en el clubhouse.
Convencido que necesitaba brillar en cada partido, Rodríguez dijo, comenzó a usar sustancias para mejorar el rendimiento. Su contrato también afectó a los Rangers, limitando su habilidad de rodearlo de buen material. Terminaron en el sótano en cada una de sus tres temporadas en Texas.
Era inevitable que fuera cambiado, e imaginen cómo su vida, su carrera – y hasta la historia del béisbol – habría cambiado si el cambio a los Medias Rojas de Boston antes del 2004 no hubiera sido anulado.
En vez de eso, Rodríguez terminó con los Yanquis, del otro lado de la rivalidad, y los Medias Rojas ganaron dos campeonatos antes de que él pudiera ganar dos series de playoff.
Rodríguez fue perseguido de un miserable récord de postemporada que le persiguió hasta la pasada campaña, cuando todo cambió.
Aun cuando lo perseguían las críticas por los esteroides, Rodríguez jugó como si se hubiera liberado al admitir el uso de esteroides. Viniendo de una seria operación de cadera, que le permitió tiempo de reflexionar, Rodríguez regresó para encajar perfectamente al esquema de los Yanquis.
Sacó la bola del parque en su primer turno al bate de la pasada temporada y de nuevo en su último turno, y nadie estuvo más caliente en octubre, y noviembre, que él. Rodríguez ganó, después de todos estos años, su primer campeonato, y su reacción después del último out fue simbólica.
Se tiró al medio de la celebración como uno del grupo, pero como siempre, distinguiéndose de los demás.
Publicado por Hoy.com.do
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