rllr en pelota
ESPNDEPORTES.COM
La noticia estaba muy caduca, y no parecía ser noticia el lunes cuando los Mets de Nueva York finalmente dejaron en libertad a Oliver Pérez unas 48 horas después de deshacerse de su compañero chivo expiatorio Luis Castillo, tragándose los $18 millones restantes de sus malísimos contratos.
Es una suma de dinero significativa cuando consideras que equivale a casi dos terceras partes de los $25 millones de emergencia que los Mets tomaron prestados de Grandes Ligas el año pasado. Pero hay algo representativo en estas movidas a lo que no se le ha prestado mucha atención -- y más interesante. ¿Podría tratarse de una señal de que los dueños malheridos de los Mets, Fred y Jeff Wilpon, están cumpliendo las promesas que hicieron durante la dolorosa conferencia de prensa de autoflagelación que celebraron en octubre, cuando despidieron al gerente general Omar Minaya?
¿Recuerdas cuando un afligido Fred Wilpon dijo, "En el fondo yo soy el responsable", y su hijo igualmente sombrío agregó que había llegado el momento de salir a la calle y encontrar una "nueva forma de pensar" y "nuevas ideas" para "volver a darle energía" a la franquicia -- y luego salirse del maldito camino perdedor?
¿Acaso esto no es una señal de que los Wilpon están cumpliendo con su palabra? Un pequeño brillo de esperanza -- yo no puedo creer que voy a escribir esto -- de que de ahora en adelante, los Mets podrían ser mejores para variar? Lo digo porque históricamente, incluso antes de que el escándalo de Bernie Madoff colocara a los Wilpon y al codueño Saul Katz en una batalla de supervivencia financiera, los Mets habían sido extremadamente reacios a tragarse sus malos contratos.
Siempre fue una de las cosas que los hacía lucir como si ellos realmente no jugaran junto al resto de los nombres grandes de la liga, incluso cuando eso significa asumir un golpe financiero. Esa aversión también explica por qué los Wilpon eran acusados frecuentemente de ser dueños entrometidos cuyos gerentes generales realmente no estaban a cargo. Los casos de Pérez y Castillo fueron ejemplos perfectos. El hecho de que los Mets no los dejaran en libertad antes se debió a la falta de voluntad de la organización más que a cualquier creencia mal ubicada sobre sus habilidades deterioradas.
Para dejar en libertad a uno de ellos o a ambos en la pasada temporada, cuando las actitudes de los aficionados hacia ambos jugadores eran tan virulentas como ahora, hubiese sido una admisión del error cometido por Minaya, cuya seguridad laboral ya estaba afectada por haberle regalado esos contratos inexcusables a esos jugadores desde un principio. Minaya nunca recomendó dejar en libertad a ninguno de los dos -- o al menos eso reclamaron los Wilpon el día en que lo botaron. Y por tanto, agregaron los Wilpon, a falta de una recomendación de su jefe de béisbol, ellos nunca tuvieron que tomar una decisión tan costosa -- aunque tú sabes y yo sé que la idea se le pudo haber ocurrido independientemente a ellos si ellos hubiesen, digamos, simplemente abierto una ventana de la oficina en cualquier noche en Citi Field para escuchar a 30.000 aficionados convertidos en gerentes generales gritando su opinión: Despidan a Castillo y a Pérez. Ahora.
El abucheo de Pérez y Castillo duró meses. ¿Así que si los Mets le huían a este tipo de transacciones anteriormente, qué dice eso de la influencia del nuevo gerente general Sandy Alderson y su equipo de oficiales, compuesto por ex gerentes generales, sobre los Wilpon para hacer lo correcto -- si bien costoso -- ahora, aún en estos tiempos de terror financiero para los dueños?
Alderson pudo haber sido más calculador al tomar ambas decisiones que lo que algunos esperaban. Pero aún su propia resolución de tomar una decisión por sí mismo en su propio tiempo, y luego tener la presencia de hacer las transacciones que quería hacer, es -- espero no reírme de mí misma algún día por escribir esto -- alentador. El argumento para retener a Castillo en vez de dejar que los aficionados lo "botaran" no hubiese sido levantado en ningún sitio si alguno de los otros candidatos para la segunda base hubiese impresionado a alguien; lo que ese argumento ignora es que los otros candidatos todavía podrían hacerlo. ¿Pero Castillo a sus 35 años? No. Sus piernas están debilitadas. Su alcance defensivo desapareció. Él es lo que es, y tenía que irse.
No hay nada malo con que Alderson dejara que el punto final de ebullición fuera el tratamiento tóxico que recibió Castillo y el "cierre" que el jardinero de los Mets Jason Bay dijo que esto produjo para el resto del equipo, que estaba cansado del drama exagerado y frecuentemente sinsentido. Los jugadores son dejados en libertad en favor de un cambio de escenario todo el tiempo. No hay razón para tener miedo de que al hacerlo esta vez, los Mets estén fijando cierto tipo de "precedente negativo" y que estarán sumidos en ese vórtice una y otra vez, y condenados a repetir el dejar que los aficionados determinen el roster para siempre. Los aficionados quemados de los Mets contestarían que se trata de los Mets, después de todo.
Pero esto fue diferente. La nueva gerencia de los Mets luce mucho más inteligente. Y los Wilpon, según prometieron, se salieron del maldito camino perdedor en el momento más difícil en la historia de la franquicia.Ellos finalmente superaron la vergüenza, la decepción, el odio propio y cualquier otro sentimiento por la despedida de Minaya en octubre, escucharon otras voces invitadas, y se tragaron los $18 millones de contratos malos en el fin de semana en un momento en que el dinero está más apretado que nunca. Luego de esa paliza que los Wilpon han sufrido durante meses -- y algo de eso salió de sus propias bocas -- hay que darle al menos algún reconocimiento por ello. Finalmente hicieron lo que tenían que hacer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario