En la misma medida en que el béisbol ha ido evolucionando desde sus orígenes a la actualidad, los uniformes de los equipos han sufrido mutaciones, casi siempre tendientes a mejorar la movilidad de los jugadores, aunque otras veces los cambios obedecen a razones estéticas, no siempre exitosas.
Aunque los inicios del béisbol se remontan a 1839, no fue hasta diez años después que un equipo presentó a todos sus jugadores con el mismo vestuario.
En 1849, el equipo neoyorquino del Knickerbocker Baseball Club mostró a sus peloteros con camisas blancas de gruesa franela, pantalones largos de lana y sombreros de pajilla, un atuendo más parecido a los de un paseo de domingo. En 1868 se produjo un cambio transcendental, cuando Cincinnati Red Stockings, primer equipo profesional de la historia, se apareció con pantalones cortos, apenas por debajo de la rodilla, y medias largas de color rojo, como su nombre lo indica. En aquellos años todos los equipos vestían de blanco y sólo el color de las medias diferenciaba a los equipos.
Las dos últimas décadas del siglo XIX mostraron diversos cambios estéticos, algunos de los cuales perduran hasta nuestros días.
En 1882 el béisbol parecía un carnaval, pues los uniformes en un mismo equipo tenían colores distintos, de acuerdo con la posición de cada jugador, pero la idea no trascendió. En 1888 se introduce un elemento que aún hoy identifica a varios equipos. Detroit, Washington y Brooklyn estrenan uniformes con rayas, algo que en la actualidad es un signo, principalmente, de los Yankees de Nueva York. De aquel entonces viene una costumbre que a los fanáticos de otros deportes les llama la atención: los directores de equipos se uniforman como los jugadores.
Y es que entonces, los managers eran también peloteros, siendo Pete Rose el último en cumplir esta doble función en 1986.
Pero uno de los managers más legendarios de historia, Connie Mack, quien dirigió a los Atléticos de Filadelfia por 53 años, rompió ese hábito y tras dejar de jugar, vestía de cuello y corbata, hasta su retiro definitivo en 1950.
En 1905, en ocasión de la Serie Mundial, los Gigantes de Nueva York impresionaron a los fanáticos al presentarse con uniformes negros, rompiendo la tradición de la ropa clara. El cambio les trajo suerte, pues ganaron 4-1 el clásico de octubre ante los Atléticos, con tres blanqueadas de Christy Matthewson.
Ese año, los Indios de Cleveland intentaron numerar a los peloteros, pero los dígitos no estaban colocados en la espalda, sino en la manga de la camisa.
Sin embargo, la idea no pasó de eso y debieron esperarse otros 13 años para que los números llegaran para quedarse definitivamente. El 16 de abril de 1929, en juegos diferentes, los Indios y los Yankees presentaron a sus peloteros numerados.
Los Yankees tenían previsto hacerlo dos días antes, pero las lluvias los obligaron a suspender esos juegos. La numeración estaba dada por el orden al bate de los peloteros. De ahí que Babe Ruth y Lou Gehrig mostraran el 3 y el 4, por los turnos que ocupaban en la alineación de los Mulos de Manhattan.
Esta vez la idea sí prendió y ya para 1932 todos los equipos estaban numerados, aunque seguían siendo muy anchos y de un tejido grueso, demasiado caluroso para jugar en el verano. En 1952, los Dodgers también lucían los números en el frente de la camisa, debajo del nombre del equipo, lo cual fue copiado inmediatamente por otros clubes. En los 60 los números aparecían también en la manga izquierda de las camisas y en los 70 incluso hasta los pantalones iban numerados. También en los 60 se pusieron de moda las camisas sin mangas, que se usaban sobre camisetas de mangas largas del color identificativo de cada equipo.
Además, las camisas con botones fueron por un tiempo sustituidas por camisetas o pullovers, al tiempo que entraban en uso tejidos sintéticos que posibilitaban diseños más ajustados y al mismo tiempo más cómodos para los movimientos. En 1960, los Medias Blancas de Chicago fueron los pioneros en eso de escribir el apellido de cada jugador en la espalda, presumiblemente para facilitar la identificación de los peloteros en las transmisiones de televisión.
Curiosamente, los Yankees, iniciadores del uso de los números, son los únicos que en la actualidad siguen sin llevar el nombre de los peloteros en la espalda, aunque en algunas camisas que se venden como mercadería del equipo sí se les coloca el apellido de las estrellas.
Pero entre tantos cambios que han llevado a convertir los uniformes en lo que hoy conocemos, hubo intentos poco felices de coloridos diseños que, por suerte, no perduraron. Quizás el ejemplo más significativo sea el de los Astros de Houston en la época en que Nolan Ryan era la pistola más rápida del Oeste.
Aún así, con una gorrita tan ridícula, los Piratas consiguieron ganar en 1979 por última vez la Serie Mundial. Quizás es hora de que vuelvan a adoptarla, a ver si dejan de ser una de las peores franquicias de la actualidad. Y así, con innovaciones positivas y negativas, el vestuario de los equipos llegó a nuestros tiempos, donde el sindicato de peloteros se convirtió en un club de millonarios, algunos bastante malcriados, con sus consecuencias para la manera de llevar el uniforme.
Mientras algunos equipos, como los Yankees, mantienen una etiqueta determinada que limita además el largo del cabello y el uso de barbas y bigotes, otros permiten que cada cual lleve la ropa como mejor le plazca, lo cual atenta contra el sentido de la palabra uniforme.
Por eso, si a la entrada del terreno hubiera una alfombra roja, al estilo de los premios Oscar, nadie le disputaría a Manny Ramirez el premio al peor vestido, haciendo sacudirse en su tumba a Joe DiMaggio, quizás el hombre que con mayor elegancia haya llevado un uniforme de béisbol.
Por Jorge Morejón
ESPNdeportes.com
ESPNdeportes.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario