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El dirigente dominicano Julio Franco vino a Venezuela a aprender los secretos del oficio y se marcha con una oferta para volver por un campeonato más. El ex infielder de 52 años de edad, que hasta 2007 se mantuvo activo en las mayores, fue uno de los tres pilotos más populares en la votación para el Manager del Año, al hacer olvidar la pésima temporada 2009-2010 que tuvieron los Caribes de Anzoátegui y meter a la tribu no sólo de vuelta en la clasificación, sino en la mismísima final. "Yo vine a aprender", fue el saludo de Franco en los albores del campeonato, que termina con él como una de sus figuras principales.
El nativo de Hato Mayor únicamente había tenido una experiencia como estratega, en categoría de novatos, con los Mets de Nueva York. Esos 56 juegos que condujo en la Liga de la Costa del Golfo fueron toda su escuela para rendir examen en Venezuela. Pero el quisqueyano tenía algo que los indígenas buscaban, como en su momento relató Rafael Gruszka, el presidente de la institución: una intachable trayectoria en el beisbol y un rostro nuevo para tomar el timón. "Nuestra prioridad fue buscar a alguien que acabara con el amiguismo e impusiera disciplina en el dugout", contó Gruszka. "Un día (el gerente general) Samuel Moscatel puso sobre la mesa el nombre de Franco y nos gustó".
El resultado no pudo ser mejor. Anzoátegui, que venía de dos clamorosas eliminaciones, a pesar de contar con material nativo a granel, apenas había clasificado a una final en sus dos décadas de historia. Peor aún, la asistencia al estadio Alfonso "Chico" Carrasquel en el torneo pasado fue de apenas 3.866 aficionados por encuentro, la más baja de este beisbol. Con Franco al frente eso cambió. Los aborígenes pelearon la punta durante la eliminatoria, lideraron la semifinal todos contra todos y llegaron a tomar ventaja al ganar tres de los primeros cinco choques de la final contra los favoritos Tigres de Aragua. El antiguo toletero derecho todavía se para en la jaula de bateo al finalizar algunas prácticas y muestra el swing que le mantuvo en las grandes ligas por 23 campañas. Fue el causante de que se respirara un ambiente relajado en clubhouse tribal.
Franco se convirtió en el heredero de Felipe Alou y Oswaldo Virgil, los dirigentes dominicanos que más éxito han tenido en Venezuela, campeones seis veces entre los dos. Virgil había sido el último nativo de Quisqueya en dirigir una final en la nación suramericana, al llevar a los Tiburones de La Guaira a la corona en enero de 1983. No se ha mostrado, hasta ahora, como un piloto táctico. Es un motivador. A menudo agradece a Dios por los logros que va jalonando y sorprendió en la final por su aparente despreocupación frente a las limitaciones de su novena. "La gente piensa demasiado en el mañana y en el pasado, nadie piensa en el presente", fue su respuesta al comienzo de la serie decisiva, al preguntársele qué pitchers abrirían en cada partidos, ya que sólo contaba con una rotación de tres brazos. "Hay que pensar más en el presente. Aquí vamos día a día, juego por juego, inning por inning".
Magglio Ordóñez, Carlos Zambrano, Omar Infante y Carlos Silva prometieron jugar con la tribu y no lo hicieron. Aun sin ellos, Franco le dio a su nueva organización la mejor temporada de su historia. Gruszka, Moscatel y el gerente deportivo Carlos Ríos premiaron al novato dirigente con una oferta de contrato para el próximo año, junto con el resto de su cuerpo técnico: los cubanos Mike Álvarez, instructor de pitcheo, y Ariel Prieto, su coach de banca. "Yo le doy gracias a Dios por eso, pero ahora sólo debemos pensar en ganar esta final", respondió Franco, que posiblemente regrese, pero aún no acepta; prefiere aguardar por lo que ocurra con él en el beisbol organizado.
La multitud en las tribunas del "Chico" Carrasquel cantó y bailó al son de los tambores durante todo el mes de enero. Los fanáticos refrendan con su presencia el ofrecimiento que le hizo el alto mando para repetir.
El club que no tenía seguidores quiere aplaudir a su manager otra vez.
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