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SCOTTSDALE, Arizona (Del Denver Post).
Su confianza se hundió con cada lanzamiento. Ubaldo Jiménez, el estelar de los Rockies, fue el mejor abridor del béisbol por los primeros tres meses de la campaña de 2010. El estaba rememorando las imágenes de Bob Gibson en 1968. En la segunda mitad, sin embargo, Jiménez batalló con problemas de control hasta el punto que no fue capaz de vencer al peor equipo del Oeste de la Liga Nacional en una confrontación clave en los finales de la temporada. “Tuve dudas”, dijo Jiménez. “Y ese no soy yo”.
Pocas palabras explican la mortalidad de Jiménez en la segunda mitad: Comando de la bola rápida. Su dominio en la primera mitad quedó escrito con su fuego a 98 mph hundiéndose en lo negro. Sus problemas en la segunda mitad presentaron demasiadas bolas rápidas fuera del plato. Las estadísticas son claras. Antes de la brecha del Juego de Estrellas, Jiménez tiró un 62 por ciento de strikes en su primer lanzamiento con sus bolas rápidas. Después de la brecha, se desplomó a un 51.7 por ciento, el cuarto más bajo entre los abridores de las ligas mayores, sólo por detrás de Fausto Carmona y Carlos Carrasco, de Cleveland, y Gio González, de Oakland, de acuerdo con el servicio para escuchas de InsideEdge.
El punto bajo vino el 22 de septiembre en Arizona contra los sotaneros. Los Rockies estaban cerca de los líderes de la división. Ellos acabaron con Rodrigo López en su primer turno al bate, construyendo una ventaja de 4-0. Pero Jiménez no pudo sostenerla. Fue sacado por misericordia después de cuatro episodios tras permitir dos jonrones por primera vez en más de dos años. “No hay excusas”, dijo Jiménez. “Fue realmente decepcionante”. “Catastrófico” es probablemente más adecuado. Los oponentes no llenaron las bases contra él hasta su 12mo juego. Su PCL se mantuvo por debajo de 1.00 hasta junio 11. Comenzó el Juego de Estrellas, navegando por un episodio. Tuvo 18-1 cuando los Rockies anotaron por lo menos tres carreras. Pero el admitió comenzar a presionarse cuando la ofensiva se secó por los dos meses finales, particularmente en la ruta.
“Es duro porque se te mete en la cabeza lo de la bola rápida y vas a la loma pensando en eso. Entonces tratas demasiado fuerte”, dijo Jiménez. “Yo sabía que tenía que aclarar mi mente, pero algunas veces uno lo quiere hacer con tantas ganas, no es fácil simplemente olvidar”. La realidad, Jiménez admitió, fue simple. “Mi mecánica estuvo fuera de sincronización. Estaba dejando abierto mi hombro izquierdo. Lo hacía muy rápido”, dijo Jiménez. “Podía sentir que pasaba, pero era difícil de corregir. Pero sabía lo malo que era porque al día siguiente de mis aperturas, mi hombro izquierdo me dolía por el esfuerzo de halarlo tan fuerte”.
No fue hasta las últimas dos aperturas de la temporada que él redescubrió su ritmo. Dejó de pensar y comenzó a lanzar. Su mini-letargo, algunas fallas defensivas y la pobre ofensiva de los Rockies en la ruta, le privaron de una temporada de 20 triunfos.
“Me siento tan mal por él. No puedo creer que no lo lograra”, dijo Juan Marichar, el dominicano del Salón de la Fama. “Pero él va a tener otra oportunidad. El es un trabajador tan fuerte. Creo que lo logrará este año”. Jiménez ha sido el líder en los ejercicios de los Rockies, tocando, tirando y fildeando con tantos fundamentos que el dirigente Jim Tracy lo calificó como “para abrirte los ojos”.
Un apunte
La segunda mitad
El estelar lanzador tuvo 15-1 con efectividad de 2.20 en la primera mitad y avanzaba fácil hacia las 20 victorias, pero bajó a 4-7 con 3.80 en la segunda. Hubo muchas teorías acerca de su declive –incluyendo fatiga mental, dolores físicos y frustración por la falta.
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