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En Venezuela, México y República Dominicana aún hay interés por lo que ocurre en la cita anual y es probable que la ausencia de las franquicias históricas (Tigres del Licey, Navegantes del Magallanes, Águilas Cibaeñas o Leones del Caracas) haya contribuido con la falta de entusiasmo en esta oportunidad. Eso, sin incluir en la ecuación la larga marcha por el desierto que ha sufrido el beisbol en Puerto Rico. Pero hay que hacer algo antes de que la tendencia actual tope de bruces con la realidad y el clásico de la región finalmente deje de ser rentable y, por tanto, viable. Contra la Serie del Caribe conspiran la deserción de las estrellas y su aburrido formato, que permite empates cuádruples y definiciones por carrera-average el último día.
Si ya está resuelto el que fuera su principal problema desde los tiempos iniciales, la falta de rentabilidad, que llevó a la mudanza de la justa a Miami y casi termina con ella, ¿por qué no dar el paso que los aficionados piden casi unánimemente y emprender la modificación del torneo? Enrique expuso en su blog una propuesta de competencia. Es interesante. Consiste en hacer una sola ronda todos contra todos a tres juegos por equipo, jugar semifinales y finales, eliminando al primero con el cuarto, al segundo con el tercero y enfrentando por último a los dos ganadores. La idea permitiría contar con un calendario inamovible, sin fechas de desempate, y la posibilidad de festejar al campeón como debe ser, con una ceremonia de premiación al definirse el choque decisivo.
Pero las alternativas son muchas. Y todas tienen atractivo. Una segunda propuesta es la de Juan Manuel Ley, presidente de los Tomateros de Culiacán. Hace casi una década, el "Chino" Ley habló de crear una suerte de liga de campeones, con la participación de uno o más clubes por cada uno de los cuatro países que actualmente compiten, con una eliminatoria simple. La idea del empresario es ambiciosa: celebrar cuartos de final, semifinales y una final, si el torneo se amplía a ocho escuadras, entre noviembre y diciembre, quizás enero. Las mejores novenas de una temporada avanzarían a esta especie de "Champions League", que se celebraría en paralelo a la campaña siguiente. La propuesta de Ley tiene dos grandes puntos a favor: posiblemente es la favorita del público y permitiría que las novenas jueguen con sus mejores planteles, elevando el nivel y el espectáculo. También tiene un lado flaco, que atemoriza a la confederación y sus miembros: los costos de los traslados aéreos entre el Caribe y el distante Pacífico mexicano. Pero hay otras posibilidades. Una de ellas es ampliar la reunión, incluyendo a los dos integrantes de la confederación que hasta ahora sólo han sido testigos, no participantes. Olvidemos a Cuba, por lo pronto. Puello varias veces ha recordado que las autoridades de la isla fueron invitadas y no aceptaron. Lo que nos lleva a Colombia y Nicaragua, dos países que cuentan con ligas profesionales y aspiran a medirse con sus pares de la región.
El motivo por el que nicas y neogranadinos no han entrado en liza ha sido la ausencia de estadios con las condiciones necesarias para albergar una competencia internacional. Es la posición de la confederación. Pero la asamblea de equipos también prometió en 2008 que a la vuelta de cuatro años las diferencias estarían saldadas y ambas naciones entrarían al lance. Esos cuatro años se cumplen en 2012. Tan cerca como enero próximo. Puede que Colombia y Nicaragua aún no dispongan de la infraestructura para ser anfitriones, pero ¿qué importa? Que no lo sean mientras no cumplen los requisitos exigidos y que actúen como visitantes a partir de la próxima cita, en República Dominicana, hasta que estén en la capacidad de ser organizadores.
Tener seis países permitiría replantear el torneo, al menos en su forma de jugarlo. Dividirlo en dos llaves de tres naciones, por ejemplo, y que sendas rondas todos contra todos definan semifinales y finales; o colocar sembrados (podrían ser las dos mejores ligas de la edición anterior), que ambos avancen sin jugar a la semifinal y que los demás se eliminen a partir de los cuartos de final. En cada uno de estos casos contaríamos con la ventaja de saber cuál sería la fecha de la jornada inaugural y cuál el día de la final. No habría juegos de desempate ni carrera-average. Tampoco habría definiciones antes de la última fecha, que convirtieran en rutina el desenlace del round robin, como ha ocurrido antes, la más reciente vez en Mexicali 2009. El único modo de recuperar el nivel de los viejos tiempos, ciertamente, sería jugar en paralelo a los torneos invernales.
Es el ambicioso sueño del "Chino" Ley. Los grandeligas y prospectos que faltan en febrero aún toman parte de la acción en noviembre y diciembre. Un torneo internacional parecido a ese ya fracasó una vez. ¿Recuerdan la Liga Interamericana? Fue un circuito de verano, pergeñado hace tres décadas, que no pudo completar su primera edición. Los costos de los boletos aéreos mataron el proyecto. Pero si no hay modo de hacer regresar a los grandeligas, al menos ofrezcan al público una forma de competir más justa y atrayente. Lo contrario es arriesgarse a nuevas luchas de bostezos, como Mayagüez. Y una posdata: cuando evalúen qué hacer con los horarios de juego, programen el primero de la doble cartelera para la 1:00 de la tarde.
Seguirán asistiendo a los estadios las mismas 200 personas que a las 4:00 pm, básicamente los aficionados que viajan con esos dos equipos, y se asegurará que haya un lapso suficiente antes del segundo duelo, el de las 8:00 de la noche. No habría equipos rivales compartiendo dugouts y clubhouses, no habría demoras que retrasaran el choque de fondo y hasta podría haber práctica de bateo e infield. ¿No ayudaría todo esto a darle mayor seriedad al espectáculo? Es muy posible que sí.
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