Siempre me he negado a calificar como tramposos a Mark McGwire, José Canseco y otros por doparse en una época en que las Grandes Ligas, por las razones que fueran, se hacían las de la vista gorda con el uso de sustancias para mejorar el rendimiento atlético. Quizás fuera anti-ético, pero ilegal no y por tanto, quienes lo hicieron no eran tramposos. Ahora, Edinson Vólquez sí es un tramposo, porque hizo algo absolutamente prohibido. Y no sólo tramposo. Idiota también, porque doparse cuando se sabe que se buscan con lupa a quienes incurran en esta violación de las reglas es una estupidez de marca mayor. Lamentablemente, Vólquez es uno de los nuestros y su idiotez sólo ayuda a quienes el auge de los peloteros latinos les molesta como piedra en el zapato.
Y no sólo a ellos. También nos echa a pelear entre nosotros, pues no será la primera vez que los fanáticos de otros países latinos critiquen a los dominicanos, lamentablemente los de más alta incidencia en esto de consumir sustancias prohibidas. Ya lo vimos la temporada pasada con Manny Ramírez, ganador del premio al Estúpido del Año 2009, cuya versión del 2010 acaba de ganar Vólquez. Para suerte de los tramposos, las Grandes Ligas aún siguen siendo bastante tolerantes con el dopaje, lo cual continúa de cierta forma incitando a algunos a tratar de engañar al mundo. Porque no sólo se trata de realizar controles periódicos y frecuentes para detectar a los infractores. Si se quiere arrancar este mal de raíz, a los exámenes antidoping deben acompañarlos una política de sanciones rigurosa, que le quite los deseos de reincidir a quienes ya lo hicieron y corte de golpe cualquier idea en aquellos que pudieran pensar en buscar ayuda "extra" para mejorar su rendimiento.
¿Qué son 50 juegos de suspensión? Sencillamente, una burla al deporte en general y en ello incluyo a sus propios compañeros de equipo, a sus rivales y a los fanáticos. Mirémoslo desde este ángulo. Para un pitcher, perderse 50 juegos significa dejar de lanzar en unas diez aperturas. La temporada está empezando y supongamos que tras su castigo, Vólquez viene irreconocible y gana las 20 aperturas que aún le quedarían. ¿Difícil? Sí, pero no imposible. ¿Se imaginan a un abridor que termine con récord de 20-0? Premio Cy Young casi seguro. Y eso sería absolutamente ridículo si sucediera. Cuando Manny Ramírez regresó de su suspensión de 50 juegos el pasado año, fue recibido como un héroe que regresa de la guerra y no como el tramposo que fue. No es que Vólquez vaya a ser recibido de igual manera, porque desde el punto de vista de marketing, el serpentinero es un cero a la izquierda e incluso hasta cabe la posibilidad de que quizás hasta Cincinnati le rescinda el contrato. Pero de todos modos, el actual sistema de sanciones está muy lejos de ser ejemplarizante.
Si el béisbol pretende regresar al calendario olímpico algún día, una de las medidas urgentes a tomar sería establecer una escala de castigos contra el dopaje similar a la que se aplica en el resto de los deportes. Dos años de castigo para la primera vez, suspensión de por vida para los reincidentes. Entonces ya veremos cómo disminuye la cifra de idiotas que tratan de engañarnos y cómo los propietarios de equipos se ocupan más en cuidar que hechos así no ocurran.
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