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BOSTON
Con mucho tiempo de adelanto, el viernes 8 de abril fue señalado como día festivo en Nueva Inglaterra. Ese día los venerados Medias Rojas de Boston tenían su primer juego en casa, nada menos que contra su odiado rival, Yankees de Nueva York, y nada menos que la apertura #100 de Fenway Park. El hecho de que Boston perdió sus primeros seis partidos del año en la carretera no restó importancia al acontecimiento. 37,178 rebosaron el parque más viejo de las Grandes Ligas para presenciar la victoria del local 9-6 en una tarde fría, pero brillante y hermosa. Los bates de Adrián González, Dustin Pedroia, David Ortiz, J.D. Drew y Jarrod Saltalamacchia rescataron una pésima apertura de John Lackey y el bullpen contribuyó con cuatro ceros para que los Medias Rojas ganaran por quinto año seguido en la inauguración como local.
Sin embargo, justo en medio del partido y casi dos horas después de que cuatro aviones caza F-16 surcaran el cielo encima del Fenway, la oficina del comisionado envió a los medios un bombazo noticioso: Manny Ramírez le informó a las Grandes Ligas (MLB, por sus siglas en inglés) que se retirará como jugador activo. De acuerdo al comunicado, la MLB le notificó a Ramírez recientemente sobre un asunto bajo el Programa Conjunto de Prevención de Drogas y Tratamiento. El pelotero prefirió marcharse antes que entrar en un proceso que pudo haberle costado una suspensión de 100 partidos por ser un infractor reincidente.
No es que los aficionados de los Medias Rojas celebraran con menos entusiasmo el triunfo ante los Yankees ni algo por el estilo, pero fue con el uniforme de Boston que Ramírez tuvo sus mejores momentos y ayudó a ganar los únicos dos campeonatos que ha conseguido la franquicia en 93 años. Con el retiro de Ramírez el béisbol pierde uno de los mejores bateadores de todos los tiempos y una de las estrellas más populares de las últimas dos décadas. Los Rays de Tampa Bay, que firmaron al veterano por apenas $2 millones de dólares, se quedaron sin su bateador designado y figura más llamativa. Pero el gran perdedor del viernes no fue el fanático, el béisbol, los Medias Rojas o los Rays. ¡No! ¡Fue Manny Ramírez!
Un jugador cuyo resumé --.312, 555 jonrones, 1,831 impulsadas y 12 apariciones en el Juego de Estrellas-- es sinónimo de Salón de la Fama, prácticamente eliminó cualquier posibilidad de ser electo a Cooperstown al ser forzado a salir por una segunda violación al programa de sustancias, que de haber enfrentado le habría costado 100 juegos de suspensión. Mientras la cuestión acerca de Mark McGwire y Rafael Palmeiro --y posteriormente Sammy Sosa, Barry Bonds, Roger Clemens, Alex Rodríguez y otros-- es sobre en cual momento los votantes le darán el 75% de los votos necesarios para ingresar a Cooperstown, con Ramírez la pregunta debe formularse de esta manera: ¿Conseguirá el 5% obligatorio para mantenerse en la boleta una vez sea anotado?
Los números indican que deberá entrar algún día al nicho de los inmortales, pero la lógica del pensamiento de los que votan dicen lo contrario. Y eso es lamentable, triste, penoso.
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