Yogi Berra no puso un pie en Yankee Stadium por 14 años por la manera en que George Steinbrenner lo botó en 1985. Eventualmente, las palabras de sus nietos -- muchos de ellos nunca habían ido a Yankee Stadium junto a él -- y un arreglo con los Yankees que ayudó al Museo Yogi Berra en Nueva Jersey, permitió una reconciliación entre el legendario catcher y el equipo. Y Berra estaba en el camerino de los Yankees el sábado pasado, como la mayoría de los días de juego, y conversaba con Chad Gaudin y otros jugadores. La relación de Joe Torre con los Yankees también terminó mal, con un Torre enojado ante la sugerencia del equipo de que debía asumir una rebaja salarial. Pero a menos que Torre tome el teléfono y llame a Hal Steinbrenner directamente y pida una reconciliación -- sin ningún interés financiero de por medio -- parece muy poco probable que habrá el mismo tipo de final feliz como pasó con Yogi. En el libro de Torre es evidente que está dolido por esas últimas horas con el equipo. Pero más allá de sus sentimientos, el enojo en la organización de los Yankees hacia Torre es más profundo de lo que él se imagina; en los ojos de muchos, Torre nunca será visto de la misma manera, y nunca será perdonado. Como manager de los Yankees, Torre hablaba al principio de cada entrenamiento de primavera sobre la importancia de mantener las discusiones en secreto, sobre el respeto mutuo a pesar de las diferencias. A veces regañaba a los reporteros cuando sentía que las preguntas eran peligrosas o muy picantes para su gusto. Muchos no siempre estaban de acuerdo con las decisiones de Torre como manager -- ningún equipo tiene un consenso absoluto -- pero siempre sintieron que mantuvo la dignidad.
Así que cuando Torre apuntó hacia terceros en su libro y vendió las memorias de las discusiones internas que siempre dijo que se debían mantener en secreto, la opinión colectiva dentro de la organización de los Yankees cambió para siempre. Hallaron que sus declaraciones sobre situaciones particulares eran ficticias. Pensaron que demonizó innecesariamente a los hermanos Steinbrenner. Se sorprendieron con sus ataques al gerente general Brian Cashman, quien lo había protegido a través de los años de la furia de George Steinbrenner y quien había sido su mejor aliado. Y les repugnó lo que podría parecer golpes bajos contra Alex Rodriguez y Kevin Brown y Carl Pavano; en el caso de Pavano, Torre estaba en la posición perfecta para saber que todas sus lesiones eran legítimas. En resumen, ellos lo ven como un hipócrita. Torre a veces se ha escudado detrás del coautor de su libro, Tom Verducci, con el argumento de que Verducci sabía muchos de los detalles publicados en el libro. Pero la gente que dejó atrás en el Bronx nunca aceptará esa excusa; El nombre de Torre está en la portada, y fue su decisión incluir las líneas que pintaban a A-Rod, Pavano, Cashman y compañía de mala manera.
Su liderato durante la dinastía de 1996-2001 siempre será celebrado como crucial, y cuando Torre reciba su tarja del Salón de la Fama, la escultura llevará la gorra del equipo con el que ha tenido los mayores éxitos de su larga carrera, los Yankees. Pero los sentimientos de aquellos que dejó atrás nunca serán los mismos de antes. Cuando Berra dejó la organización de los Yankees en 1985, su riña era con George Steinbrenner, y solamente Steinbrenner. Para Torre, el enojo y la furia va trasciende a una sola persona, cosa que complica cualquier atentado hacia establecer una reconciliación. Incluso si uno de los hijos o hijas de Steinbrenner pensara en acercarse a Torre para reconciliarse -- y hasta ahora no hay señal alguna de que eso vaya a suceder -- será bajo el supuesto de que aquellos a su alrededor no quieren tener nada que ver con Torre si regresara, y que probablemente no le darían ninguna bienvenida, ni le darían la mano.
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